Los años dorados
del ron
"Cuando escucho las palabras 'Ron' y 'Matusalem' de inmediato pienso en cañaverales, en el Caribe, en daiquirís y por supuesto en mojitos", dice Eduardo Nava, bartender de Licorería Limatour, quien se ha convertido en un experto preparando un coctel muy especial, Mojito Matus, creado por Matusalem.
Asegura que es una receta innovadora y al mismo tiempo sencilla. Ya que acaso lo más difícil de esta versión del mojito es que requiere jugo de caña recién exprimido, un ingrediente que por su proceso de obtención no es tan fácil de tener detrás de las barras: "Eso, por fortuna, ha cambiado ya que Matusalem nos presenta esta prensa que lo hace muy fácil. Así que podemos decir que ahora la preparación del mojito —el Mojito Matus— comienza en el mismo cañaveral, mientras se va recolectando la caña y se selecciona para luego prensarla y obtener el jugo".
Luego de eso viene el procedimiento ya por todos conocido: al jugo de caña se le añaden jugo de limón, hierbabuena y Matusalem Platino. Esto se debe macerar un poco en el vaso, no a manera de que quede totalmente machacado, sino simplemente para activar los sabores. Se añade hielo crush y un toque de soda. Se mezclan los ingredientes y se decora con una cuña de limón o con una ramita de hierbabuena. El resultado es el sabor de un mojito tradicional mejorado, más fresco, menos empalagoso y más natural. “El jugo de caña aporta otro tipo de sabor al mojito, lo hace más refrescante y realza el sabor de la caña que hay el ron, lo cual es muy bueno. Además tiene menos contenido calórico, ya que no se usan azúcares refinados y eso lo hace más natural y artesanal”, dice Nava sobre este coctel que se suma al tema de la sustentabilidad en la coctelería.
Curiosamente el mojito, que es uno de los cocteles favoritos desde la primera mitad del siglo XX, no es exactamente uno de los predilectos de los bartenders. No por su sabor ni nada parecido, sino porque es un trago que requiere de un procedimiento lento y cuidadoso. Y como es uno de los más demandados en las barras, requiere de gran presión cuando se debe preparar en grandes cantidades.
Sin embargo, en palabras de Eduardo Nava, la innovación del Mojito Matus hace más sencilla la labor gracias a la prensa de caña de Matusalem: "Tiene tanta fuerza que extrae todo el jugo de la caña y eso nos facilita el trabajo en la barra. Además, usar un jugo extraído al momento le da un valor agregado al coctel y al propio cuerpo porque se evitan los azúcares o saborizantes artificiales. El Mojito Matus es un coctel más artesanal. Y es un lujo poder incluir en él jugo de caña, ya que la prensa con la que se obtiene no es una herramienta frecuente en los bares. Y vaya que debería serlo".
Así, luego de degustar esta versión del mítico coctel, de la mano de Matusalem, ningún otro mojito sabrá igual.
Siempre hubo un protagonista en las fiestas más glamurosas de la vieja Habana. Y ese era Ron Matusalem, que nunca faltó entre los invitados con su sabor suave y complejo.
Entre los años treinta y cincuenta, Cuba era el París de América, un territorio cosmopolita al que la actriz Ava Gardner describió como una ciudad destinada a complacer, con casas de juego y cafés brillantes. La acompañaban ahí los personajes más elegantes de la época. Allí estaban su primer esposo, Frank Sinatra, Y María Félix, el rey Balduino de Bélgica, Nat King Cole, Rita Hayworth, Gary Cooper, Montgomery Clift, el barón Thyssen-Bornemisza, Erners Hemingway, Olga Guillot y Agustín Lara. Todos ellos disfrutaban de ese lugar de ensueño. Se les veía elegantemente vestidos, conversando en los casinos o en los salones de las casas de duques, marqueses y condes, bailando al ritmo de un mambo o un danzón que era interpretado por la orquesta Pérez Prado vestida con coloridos atuendos o por una jovencísima Celia Cruz.
Lo anterior dio pie a veladas que se extendían hasta el amanecer, en las que el humo de los habanos se combinaba con la brisa del mar. En esos años de esplendor, Ron Matusalem remitía a elegancia y estilo. Su historia comenzó en el siglo XIX, cuando dos hermanos de origen español, Benjamín y Eduardo Camp, llegaron a Cuba junto con su socioEvaristo Álvarez. Conocedores del arte de las bebidas, abrieron una destilería en la que imprimieron un hallazgo traído desde España: una fórmula que aún hoy permanece en secreto. La clave de su complejidad ha redicado en el proceso de añejamiento por solera, un método desarrollado para el jerez y el coñac, donde se mezclan varios rones maduros con otros añejados en barricas de roble, los cuales, a su vez, son unidos con otros más jóvenes y exuberantes. El resultado es un sabor que resulta suave pero complejo. Fue así como en 1872, los fundadores establecieron en Santiago de Cuba el Ron Matusalem. Muchos años han pasado desde entonces, la historia de la isla cambió y la del ron también.
Hoy Ron Matusalem remite al Caribe que se viviía en el lujo, a esos días en los que coincidián estrellas de Hollywood y la realeza europea. Un lugar y un tiempo capaces de unir palabras como extravagancia y desenfreno con la de elegancia. Esos tiempos se han ido, es cierto, pero pueden regresar: cada vez que tenemos un Matusalem en la mano nos acercamos más a ese espíritu: noche tras noche, brindeos tras brindis, algo vuelve.